A Panchito y los tíos Martínez-Pérez con cariño…
Pasaron 15 años para que Tania Eulalia volviera a casa, a su querida Oaxaca, al reencuentro y al reconocimiento con los suyos, con su tierra, con sus padres, con su familia. Pareciera que estos recuentros se han vuelto parte de la historia de su familia, sus padres en un momento también tuvieron los suyos y seguramente las siguientes generaciones también los tendrán…
Podría ser extraño, pero en el 2016 Tania Eulalia no conducía un vehículo. Cuando era niña pocas personas tenían vehículo en su pueblo y pocas eran las mujeres que podrían conducir uno ya que “era una actividad para hombres” según sus memorias de infancia. Este año, Tania Eulalia haría trabajo de campo en algunas comunidades Oaxaqueñas y estaría obligada a conducir un vehículo para poder entrar a varias de ellas ya que el transporte público no es el mejor. Aunque Tania Eulalia tomó varios cursos de manejo, no fue hasta este año que realmente tuvo que tomar uno y meterse a la Sierra Oaxaqueña.
Habían pasado muchos años sin que Tania Eulalia se acercara mucho a papá por diferentes circunstancias, la vida es sabia y acomoda todo a su tiempo, este era el momento de reencontrarse con papá, mamá y sus hermanas de una manera diferente. ¿Alguna vez de ha pasado que te mudas a un lugar o dejas de frecuentar a los tuyos, pasa mucho tiempo y cuando vuelves a casa o con tus amigos, las cosas son diferentes? Algo así… era una sensación extraña.
Panchito vivía en la memoria de Tania Eulalia de diferentes maneras. Pachito es el nombre que Tania Eulalia le dio a su padre, aludiendo a que siempre ha sido un hombre curioso y “travieso”, por “saciar esa curiosidad” no siempre ha terminado de la mejor manera. De niña, Panchito era para Tania Eulalia la persona que ella más admiraba, en sus vagos recuerdos fue quién cultivó en ella esa curiosidad inmensa por explorar el mundo, a pesar de haber sido educado como un “macho hecho y derecho”, con Tania Eulalia siempre tuvo una actitud confusa, algunas veces parecía que Tania Eulalia era solo una “mujer más” y muchas otras “una niña que tenía todo el potencial y la capacidad de hacer lo que ella quisiera”. Panchito le enseñó a leer, a multiplicar, a jugar ajedrez, a explotar esa curiosidad por entender cómo funcionan las cosas. De adolescente, Panchito fue quién más le rompió el corazón y con quién Tania Eulalia comenzó a cultivar su rebeldía de género, en contra de estereotipos y se prometió que ella buscaría una vida diferente, se prometió que “imposible” no era una palabra que debía adoptar antes de intentar, que trabajaría arduamente para conseguir sus sueños. Panchito siempre quiso tener un hijo barón, pero para su fortuna tuvo solamente hijas. Tania Eulalia por muchos años cuestionó la forma en que vivió con su padre, lo respetaba y quería, pero no aceptaba muchas cosas como la violencia de género, el machismo y el alcoholismo que tendían a naturalizarse. Las veces que se reencontraban muchos años después, las charlas debían ser entorno a lo que habían leído, visto, etcétera, muy poco sobre su relación padre-hija.
En el 2016 cuando Tania Eulalia volvió a Oaxaca, Panchito abrió su corazón. Panchito le dijo a Tania Eulalia “Yo sé que lo digo muy poco, pero siempre me preocupo por ustedes aunque hablamos muy poco. Si quieres, yo te puedo acompañar a campo en lo que te acostumbras a la carretera y al carro, no puedo hacer mucho, pero te puedo acompañar en la carretera, puedo ser tu copiloto”. Y aunque los dos decían que tenían un legado “Martínez” muy fuerte en sus personalidades y que esto podría ser complicado, Tania Eulalia apreció el gesto aceptó feliz la ayuda de su padre. Era una oportunidad para reconocerse después de tantos años. Estas horas de carretera en la Sierra le enseñaron que papá era un ser humano y no por justificarlo, pero que también tuvo una vida difícil y admirable que valía la pena reflexionar.
Comenzaremos con la historia de Martín de Tamazulápam, el padre de Panchito, quién perdió a sus padres de niño y tuvo que mudarse a otro pueblo. Por diversas circunstancias, Martín soñó con volver a su pueblo huyendo un poco del maltrato que vivía. Regresó a Tamazulápam como jornalero con una familia. Esta familia tenía una hija guapa y linda llamada Eulalia, la madre de Panchito. Aunque los papás de Eulalia tenían tierras, cuando Martín pidió la mano de Eulalia, la condición para que Eulalia pudiera casarse era que ella se fuera sin ninguna herencia o tierra, era mujer, “la herencia” era un derecho para los varones que eran los responsables del hogar según las tradiciones.
Así, Martín y Eulalia comenzaron una familia enorme, trabajaron mucho y arduamente para comprarse unas tierras y entre más hijos tuvieran, más mano de obra había para el campo y podrían prosperar más. Una de las primeras escuelas en la región Mixe, surgió en el pueblo de Panchito y aunque él y algunos de sus hermanos querían ir a la escuela, Martín les decía en Mixe cuando alguno expresaba este deseo “¿Acaso comes papeles?” prohibiéndoles pensar en esa posibilidad. Tres hermanos de Panchito escaparon a otro pueblo para ir a la escuela y Panchito no tardó en seguir los pasos, estos hermanos Martínez-Pérez eran unos “tercos” y persistentes.
Panchito contaba que caminaban uno o dos días para llegar de Guelatao, el pueblo de Benito Juárez, para poder ir a la escuela. Panchito decía que una señora le daba un techo a él y otros niños que como el viajaban horas y kilómetros para ejercer “su derecho a educación”. Aquí recibían un techo, pero debían contribuir a sostener la casa, ayudando a arar la tierra, ordeñando o pastando vacas, haciendo pan. Esta señora era muy buena persona, así varios niños como Panchito fueron a la escuela. Pocas veces iban a su pueblo, era una larga caminata y difícil. Cuando Panchito iba a su pueblo, su madre, la abuela Eulalia, le daba unos pesos a escondidas para comprarse algún dulce en el camino, si el abuelo se enteraba, la abuela “recibiría una tunda”. Visitaban poco a la abuela, pero procuraban ir cuando podían.
Panchito describía que su infancia fue solitaria y difícil, él estaba empecinado con que debía ir a la escuela y eso lo movía a hacer esas caminatas largas. Así como su historia, están la de muchos otros niños que fueron muy persistentes para construirse algo.
En el 2016 que Panchito y su hija Tania Eulalia recorrían la Sierra Juárez (Guelatao pertenece a la Sierra Juárez y Tania Eulalia realizó parte de su trabajo de campo aquí), Panchito sonreía y ponía nombres a cada pueblo o rincón reconociendo esos lugares, decía que siempre gritaba al norte “Mamá ¿Dónde estás?, te extraño” y hasta estos viajes se dio cuenta que quizá gritaba al sur (ahora que hay mapas ubicó hacia dónde gritaba y si, era hacia el sur) y decía “Quizá por eso no me oía mi mamá” y los dos sonreían. Panchito tenía un brillo en su cara cuando llegaban a Guelatao, ponía nombres a cada cara, apellidos a cada casa y cuando Tania Eulalia iba a hacer sus entrevistas de campo, Panchito aprovechaba en saludar a sus viejos amigos de infancia y tenía un rostro irreconocible, se convertía en una persona expresiva, sensible, alguien diferente.
Panchito entre todo con su tenacidad hizo la secundaria, fue chofer de la SEP y después se hizo maestro de educación indígena. Muchos años después, ya siendo padre fue a la Universidad por primera vez en la Ciudad de México y siempre que invitaba a otros maestros que compartían una historia similar a la de él y su esposa, agarraba su guitarra y cantaba por horas con el corazón lleno de emoción. Estas memorias de nostalgia también se volvieron parte de la historia de Tania Eulalia.
En este viaje en la Sierra, Tania Eulalia descubrió que Panchito le tenía miedo a las alturas, cuando manejaban en la sierra y había un barranco muy profundo, Panchito cerraba los ojos evitando ver la profundidad, Panchito sobrevivió a varios accidentes automovilisticos en la Sierra pero definitivamente dejaron marcada su vida. Tania Eulalia jamás hubiera imaginado eso, Panchito siempre se mostró sin miedo a nada, sin emociones y estas horas en carretera le enseñaron a Eulalia que Panchito antes de ser padre, también era un ser humano, ambos saben lo que es caminar solo en busca de tus sueños, que otros tomen tus manos y te ayuden, un sentir que tal vez es común entre generaciones y que pocas veces valoramos. Y tú, ¿Alguna vez has tenido un reconocimiento como Panchito y Eulalia?
Hola, felicidades por los logros, su historia nos parece excepcional.
Soy Ivonne y trabajo en Barcelona. La red de OSC para la que trabajo, sin fines de lucro, quiere invitar a Tania Martínez a un evento en mayo, un foro de jóvenes, para un espacio de discusión. Necesitaria contactar con ella, les dejo mi teléfono de oficina directo +34 474 74 73 para que me pueda comunicar y ofrecer un contacto fiable con ella. Por favor. Gracias.
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